24/4/12

¿De quién es mi cuerpo?

Empecé a fumar desde muy joven y puedo aseverar que el cigarrillo ha sido más de una vez mi compañero más fiel. Por supuesto que esto no es una apología del tabaquismo, todo fumador sabe muy bien las consecuencias de sus actos. Pero me sirve como introducción para tocar un tema que me ha estado rondando en la cabeza por varias semanas.
Desde que la Ley Antitabaco ha sido promulgada los fumadores hemos sido convertido en parias, somos señalados como seres antisociales, conspiradores del aire puro, terroristas del encendedor. Y quienes se ponen a la vanguardia de estas actitudes son exfumadores. ¡Cómo si ellos no hubiesen sentido el placer de degustar un cigarrillo tras hacer el amor, de fumar mientras estudiaban o en la sobremesa!
Debería agregar que también es cierto que los fumadores somos irrespetuosos. Encendemos un cigarrillo sin siquiera preguntar si a alguien le molesta. Pero al aire libre ¿a quién puede molestarle? Porque puedo asegurarles que esto también ocurre.
No me gusta cuando intentan imponerme razones. Menos aún cuando intentan imponerme "leyes de convivencia". Y no es que sea un anarquista de café. Lo que desearía es que realmente se me permita hacer lo que quiera con mi vida, con mi cuerpo.
Nadie tiene derecho a violar mi libertad de criterio y mi autonomía ya que después de todo, mi cuerpo es mío. Soy yo quien conoce mis circunstancias. Soy yo quien deberá sobrellevar las consecuencias de mis acciones o, en determinadas circunstancias, celebrar los aciertos de mis decisiones. Y aquí debemos hacer un alto en nuestra marcha y darnos cuenta de la propaganda que nos lleva a pensar que nuestro cuerpo no nos pertenece.
Para la religión nuestro cuerpo es "un regalo de Dios" que pertenece al alma que lo habita y que necesita de un "hábitat limpio" para su realización. Para el Estado, es de su pertinencia en cuanto constituye la esencia del individuo social, del ciudadano.
Llegamos a este punto donde nosotros no somos nuestros propios dueños. Estamos alienados de nuestro cuerpo. Somos extranjeros de nuestra anatomía.
Y ocurre esto de manera más vehemente con otras cuestiones.
En cuanto al tema del aborto, por ejemplo. Soy pro-abortista porque creo firmemente en la libertad individual. Aunque sea varón no puedo dudar en apoyar este reclamo. Creo que quien decide tomar esta durísima decisión debe contar con las facilidades para hacerlo, debe contar con un Estado que le permita ejercer el derecho a decidir sobre su cuerpo con total libertad. Por estas mismas razones, también estoy a favor de la eutanasia. Yo he visto el sufrimiento y la lenta agonía de mis padres (sí, de ambos) sin que se les haya permitido el mínimo atisbo de dignidad ni siquiera en sus momentos finales. Aunque no quisiera que esto se malinterprete como un golpe bajo en mi relato sino como la exposición de mi firme convicción en cuanto a este tema a la distancia, con la mente clara.
Deberíamos intentar sublevarnos y retomar el control de nuestro cuerpo.
Obviamente me encantaría discutir con alguien que esté en contra de estas cuestiones y que no esté corrompido por dogmas o cierta dosis de ecolalia. En este tipo de posturas anquilosadas es justamente donde residen los peores vicios: la abyección de la mente, la genuflexión del pensamiento.





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