1/5/12

Ser trabajador hoy

Hace poco vi con mis propios ojos como la gente ve a una persona vestida con un mameluco que tenía los vestigios de una jornada laboral ardua. Pasó en un mercado de barrio. El hombre amablemente se dirigió a las distintas góndolas del comercio para adquirir lo que finalmente iba a llevar. A su paso, el resto de la gente se corría como si este hombre estuviese visiblemente afectado por alguna enfermedad.
¿Cómo vemos a un trabajador? ¿Hacemos diferencia entre los "trabajadores de cuello blanco" y los demás?
Etimológicamente trabajo deriva de una tortura medieval cuyo nombre en latín era tripalĭum (tres palos), extendiéndose el verbo tripaliāre como sinónimo de torturar o torturarse. Posteriormente la palabra mutó en el castellano arcaico a trebejare, ya con el significado de esfuerzo, y luego surgió trabajar como sinónimo de laborar.
Según Wikipedia un trabajador es una persona que con la edad legal suficiente presta sus servicios retribuidos. Según Marx, el trabajador (o mejor dicho, el proletario) es aquel que vende al capitalista su fuerza de trabajo, o dicho de otro modo, el obrero se compromete mediante un contrato a realizar un trabajo a cambio de un salario equivalente al valor de la fuerza de trabajo o sea al valor del conjunto de bienes necesarios para su existencia.
¿Nos alquilamos o nos vendemos?
Pareciese como si hoy en día ser obrero fuese una manera de diferenciar y de ubicar en una "casta inferior" a quienes lo sean. De hecho, ya no se dice “trabajador”. El vocablo de estos tiempos para denominar a quien pone su cuerpo al servicio de otro es el de “empleado”. Pero no basta con ser un “empleado”, es decir, un medio, una herramienta para cumplir con un fin ajeno. Además debemos ser “flexibles”. Sí, flexibles, como si en vez de sujetos fuésemos solamente materia. La flexibilidad aparece como una nueva condición “humana” constantemente exaltada por lo que los popes quieren que seamos para ellos. Las famosas 8 horas de trabajo se han transformado en una quimera. La interconectividad nos mantiene atados al mundo del trabajo, somos trabajadores las 24 horas del día.
El tiempo corre y nosotros debemos ir tras él como el conejo tras la zanahoria. Estar en movimiento es una virtud que enaltece la sociedad, y por ello no debemos detenernos nunca. Trabajemos para comprar, para pagar lo que compramos y para que cuando eso que compramos se torne obsoleto volvamos a correr en busca de lo nuevo. Corremos y corremos pero, ¿hacia dónde? Por más que corramos ya no transpiramos. Nuestro cuerpo es el vestigio de nuestra esencia muerta.
¿Y el ocio?
Bueno, el ocio son sólo esos pequeños momentos en los que realmente hacemos lo que tenemos ganas de hacer. Esos momentos en los que nos quitamos el mameluco y somos nosotros mismos. Esos momentos en los que sentimos que aún estamos vivos. Sin alienación.



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