21/3/12

El fin, el verdadero fin

Cuando uno se topa de frente con la finitud de la vida comienza a valorarla y, al mismo tiempo, comienza a interrogarse acerca de su sentido.
Somos mortales. Es lo primero que surge no como epifanía sino como una manifestación irreverente y palpable de nuestro ser. Y frente a ello muchos intentan evadir esa sensación de encierro en un cuerpo espúreo adoptando un "seguro post-mortem", la esperanza de una vida ultraterrena. No voy a intentar una crítica de la fe (concepto exento de sentido en mi cosmovisión). Algo más acertado sería una descripción de mi último encuentro cercano (no personal) con la Parca.
Situación: No siendo muy afecto a asistir a sepelios me vi en la obligación de asistir a uno, como forma de representar con esta acción mis respetos hacia la memoria del difunto.
Llantos por doquier. Pañuelos húmedos. Abrazos y besos. No sé, no quiero ser inhumano pero siempre pensé que ese tipo de demostraciones no hacen más que exteriorizar nuestra pena, no por el muerto sino por nosotros mismos, por el dolor de ya no tenerlo entre nosotros, una cuestión por demás egoísta.
No sé tampoco cual es el sentido de la vida. "Vivir sólo cuesta vida" decían los Redonditos de Ricota en los '80. Si esto es así intentemos que ese costo sirva para algo. Que sirva para ayudar a quien/es tenemos a nuestro alcance, que sirva para arrancar una sonrisa, una inquietud, un momento memorable.
Porque eso es la vida...sólo un momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario